Javier Lagos
Publicista.
Colegio Particular San Marcos de Arica.
I
- ¿Y acaso no considera que los Santos son falsos ídolos? - exclame -, está diciendo que los Judíos no les hablaban a los Samaritanos y los consideraban ateos por que estos adoraban a falsos dioses.
- A los Santos nadie los adora, solo se les venera – me respondió el diacono, dirigiéndome una mirada severa.
- Cuantos de los presentes tienen una imagen de un ídolo en su billetera, el padre Pío, Santa Teresa. - le conteste – y no estan acá por ser ateos.
Al ver las caras convencidas en la sala tras el reparo por parte de aquel hombre, advertí que entre las virtudes del diacono no se hallaba la Templanza
II
“Hágase tu voluntad aca en la tierra como en el cielo, danos h…”. Ya la cosa era a coro, jugábamos entre miradas a quien hacia mejor las morisquetas del profe.
Siempre era lo mismo, un compañero enfermo y la última hora de cada día rezábamos en la capilla del colegio, y para el mes de Maria era todo el alumnado rezando en el patio central. Aunque no me quejo, al final de la fila se pasaba bien.
En clases todo era normal, estaba el chino, el cabezón, el Cristian, los Mateos, el deportista, el flojo matón, y el flojo galán ( al que años más tarde comprendí la influencia que ejercía sobre las mujeres), todo era normal excepto una cosa, jamás gocé la dicha de días en paro. En ese entonces creía que aquello era un mito urbano.
Mi Madre, muy creyente, consideró que una educación profundamente cristiana seria una base sólida, para formar el hijo único que ella tanto ama. Colegio San Marcos de Arica, un lugar agradable, de amplios espacios y convenios.
No existió año en el cual no nos hubiesen hecho hacer una presentación sobre como interpretábamos el Padre Nuestro, y para asegurar unos puntos extras, no había nada mejor que terminar, melodramáticamente agradeciendo a Dios el haber podido dar aquella presentación. Recurso al cual debí apelar en más de una vez.
No recuerdo su nombre, pero llego como sustituto de la profe jefe. Seria mamá de su segunda hija, por ende seria un largo tiempo. Transcurría el 6to básico, y a mi gusto, tenía una idea bastante rara de lo que era la iglesia y Dios en particular. Tenía dos opciones, disfrutaba de sus clases dibujando mientras nos hablaba de números, o me la jugaba por tratar de conocerlo y que me enseñara a tocar guitarra. Asunto por el cual lo encontré bastante ingenioso para la época. En plena clase de Matemáticas Improvisara una melodía la cual tocaba basada en ejercicios efectuados.
En resumen nos decía que nuestra felicidad dependía solo de nuestros actos, y que Dios no intervendrá en nuestra existencia, así como nosotros no comprendemos la suya. Fue sin duda una lobotomía que dio inicio a la nueva forma de pensar que en mi nacía.
Había logrado que su ideología captara mi total atención en clases, que de por si, ya eran bastante nutridas en ejemplos y formas.
No paso mas de tres semanas y de un día para otro nos habían cambiado al nuevo profe. El Concilio había hablado, lo echaron por que no era un buen elemento del cuerpo docente, mas adelante supe que no solo fue por su modelo de enseñanza.
Aquel hombre me había mostrado los inicios de un camino que pronto me conduciría a en mi propia cruzada. Ese mismo año supe que la Biblia, aquel libro sagrado, ni siquiera había sido escrito por Jesús, y que tampoco era Dios, solo fue el que entregó el mensaje. Mi sorpresa fue mayor cuando al año siguiente fije mi atención en los 10 mandamientos, el colegio estaba lleno de estatuas, entre San Marcos, Jesús, y la virgen Maria. Que pasó con eso de no adoraras a falsos ídolos. Dios era uno solo, además estábamos hecho a su imagen y semejanza, entonces algo de el estaba en nosotros. Podía hablar con él en mi casa, pero tenia que ir a misa para que la señal fuese más clara.
Fueron tiempos en que comencé a descubrir demasiados caminos, incluso más de los que podía explorar. Habia comenzado a generar pensamiento propio, mi punto de vista paso a encabezar las explicaciones, por medio de las cuales, buscaba llegar a Dios a través e la razón. Me llevo mucho más tiempo de lo que esperaba
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